AUGUSTO, EL HIJO ADOPTIVO DE JULIO CÉSAR, ESCRIBIÓ una de las páginas decisivas de la historia al convertirse en dueño de política romana y abrir la puerta a la etapa gloriosa del Imperio. Dotado de un carácter paciente y reflexivo, Augusto fue quien mejor entendió que el viejo sistema de la República no servía ya para administrar unos territorios que abarcaban todo el Mediterráneo; comprendió que se imponía un cambio y creyó que solo él podía llevarlo a cabo. Para lograr este objetivo, maniobró con fría y ambi ciosa determinación hasta desembarazarse de sus oponentes políticos. Sin embargo, una vez despejado el camino y dueño ya de la dignidad imperial, fue un gobernante benevolo que sentó las bases de una paz y una prosperidad duraderas.